Otros asuntos de importancia

Libro On Line: El Carácter del obrero de Dios Por Watchman Nee

En este capítulo abarcaremos otros asuntos de importancia, los cuales son: (1) confirmar el grado absoluto de la verdad; (2) cuidar de nuestra salud física; (3) cuidar de nuestros hábitos cotidianos; y (4) también hablaremos en cuanto al matrimonio y la virginidad.

Todo obrero del Señor debe confirmar el hecho de que la verdad es absoluta. Esto es posible sólo cuando la persona es librada de su yo. Muchos hermanos y hermanas no son absolutos en cuanto a la verdad debido a que son influenciados por otros, por cosas y por sentimientos personales. Cuando una persona no es absoluta con relación a la verdad, ella sacrificará la verdad de Dios por causa de la gente, de sí misma o sus propios deseos. Un requisito básico para ser un siervo del Señor es que nunca podemos sacrificar la verdad.

Podremos sacrificar nuestras preferencias y nuestros deseos propios, pero nunca podemos sacrificar la verdad. El problema de muchos obreros radica en su relación natural con amistades, conocidos íntimos y familiares; y por agradar a tales conocidos, amigos y familiares, ellos comprometen la verdad. Dios no puede usar a tales personas. Si la verdad es la verdad, esta no debe ser comprometida por nada, ni siquiera por nuestros hermanos, parientes o amigos íntimos. Supongamos que el hijo de un obrero cristiano expresa su deseo de ser bautizado. Si el padre de este muchacho se da cuenta que el bautismo tiene que ver con la verdad, él debe llevar este asunto a los hermanos que guían en la iglesia para que ellos decidan si su hijo está listo para el bautismo o no. Pero puede surgir un problema si dicho colaborador asume que su hijo sí es apto para el bautismo, y al hacer esto, sacrifica el grado absoluto que tiene la verdad. Él se deja influenciar por la relación que tiene con su hijo y ya no es absoluto a la verdad. Si lo fuera, él sería dirigido por la verdad como es presentada en la iglesia y no mezclaría su relación personal en dicho asunto. Consideremos otro ejemplo: Supongamos que en cierta localidad se suscita una controversia. Ciertos santos simpatizan con un grupo particular de hermanos y se ponen de su lado, mientras que otros tienen preferencia por otro grupo de hermanos. En vez de sentarse y calcular el precio de ser absolutos por la verdad y seguirla, ellos se dejan influenciar y son dirigidos por sus propios sentimientos. Esto no quiere decir que tales hermanos nunca hablen de la verdad, sino que ellos no están entregados en forma absoluta a la verdad. Ellos no la desechan por completo, aún se interesan en ella, pero no son absolutos a la verdad. Ser absolutos a la verdad significa que no permitimos que ningún sentimiento personal ni ninguna relación familiar se interponga con la verdad. Tan pronto se tomen en cuenta nuestras relaciones humanas en algún asunto espiritual, estaremos comprometiendo la verdad. Tan pronto involucremos nuestras relaciones humanas en estos asuntos, la palabra de Dios y Sus mandamientos serán reducidos por factores humanos, y comprometeremos la verdad.
La Biblia contiene muchos mandamientos y ordenanzas, las cuales provienen de Dios, y Sus siervos necesitan predicarlas y anunciarlas. Por un lado, ya es hasta aburrido considerar a los que sólo hablan pero no practican lo que enseñan; por otro lado, no podemos ser siervos de Dios si no somos capaces de predicar más allá de lo que practicamos. Esto se debe a que la verdad es absoluta. La norma de la Palabra divina no debe ser reducida al nivel de nuestros logros personales. No podemos alterar la verdad de Dios buscando justificar nuestras carencias. Esto es lo que significa ser absolutos a la verdad. Nuestro mensaje debe ir más allá de nosotros mismos, más allá de nuestra propia capacidad natural, de nuestros sentimientos y el interés personal que tengamos en hablar. Éste es un requisito elevado para todos los siervos del Señor. Debemos tener cuidado de no hacer algo de cierta manera para que afecte a los hermanos y hermanas, pero cuando la aplicamos a nuestra esposa o nuestros hijos lo hacemos de otra manera. La verdad siempre es absoluta. Dios desea que confirmemos la verdad en su grado absoluto. Si la Palabra de Dios dice algo, lo aceptamos tal y como es, no importa quien esté involucrado. No podemos hacer acepciones debido a que mantenemos relaciones personales con ellos. Si lo hacemos, estaremos alterando el nivel de la verdad de Dios. No estoy dando a entender que hablemos cosas que no sean verdad, sino que estoy hablando de sacrificar el grado absoluto de la verdad. Tenemos que aprender a confirmar lo absoluta que es la verdad, y aunque se trate de algún familiar nuestro no podemos transigir en esto. Nosotros estamos aquí para seguir a la verdad, no al hombre. Y estamos aquí para confirmar este hecho: la verdad es absoluta.
Muchas dificultades surgen en la iglesia debido a que los hijos de Dios sacrifican la verdad. Cierta iglesia local se dividió porque un hermano dijo: "Yo no tenía la intención de separarme de ustedes, pero anoche sucedió algo en la iglesia y no me lo informaron a mí; por esa razón, no me seguiré reuniendo con ustedes". La verdad es absoluta. Si dicho hermano tenía alguna razón para separarse de los demás, lo debía de haber hecho aunque se le hubiera informado de aquel incidente. Asimismo, ya que no existe ninguna razón justificable para separarse de los hermanos, el hecho de no haber sido informado no constituye un argumento aceptable para dividirse de los demás. Si él fuese absoluto a la verdad, el hecho de recibir o no recibir información, no tiene ninguna relevancia. Si su separación se debió a la falta de información, eso significa que el hombre ha sido puesto encima de la verdad. En otra localidad surgió un problema sólo porque un hermano se ofendió debido a que hizo una pregunta en una reunión y no obtuvo respuesta; por esta razón quería tener la mesa del Señor y partir el pan apartado de los demás. Si era correcto separarse, debía de haber comenzado otra mesa mucho antes. Si no era correcto el separarse, entonces no debería tomar como excusa el hecho que no recibió una respuesta a su pregunta. Esto es lo que quiere decir ser absolutos a la verdad. Si tener mesas separadas concuerda con la verdad, entonces debemos tener mesas separadas aunque los hermanos estén muy ligados los unos con los otros. Pero si tener mesas separadas no está de acuerdo con la verdad, no debemos tenerlas aunque estemos ofendidos. Hermanos y hermanas, ¿pueden ver esto? Para servir al Señor se requiere que neguemos todos los aspectos de nuestro yo. Pero si mantenemos nuestro orgullo, egoísmo o el pensamiento de que debemos ser respetados como una condición para confirmar lo absoluto de la verdad, entonces nos estaremos poniendo a nosotros por encima de la verdad de Dios y estaremos dando a entender que nosotros somos más importantes que Su verdad. Esta actitud nos descalifica para servir a Dios. En nuestro servicio al Señor, tenemos que negar nuestro yo por completo. Ya sea que nos guste algo o no, o que no nos agrade la manera en que se hace algo en la iglesia o que nos sintamos heridos por algo en particular, estas cosas no tienen nada que ver con el asunto. Si algo debe hacerse de cierta manera debe de hacerse sin importar lo que sintamos; debemos hacerlo aun si sufrimos mucho por ello. Incluso si otros nos tratan mal, nos menosprecian o piensen que no valemos nada, aun así tenemos que hacerlo. No podemos obligar a la verdad de Dios a que siga cierto camino sólo porque nosotros queremos seguirlo. El hombre es muy osado; siempre trata de obligar a que la verdad de Dios lo siga a él.
Tenemos que ver la gloria de la verdad de Dios. No debemos proyectar nuestros sentimientos e introducirlos en la verdad. Si nos comparamos con la verdad de Dios, no sólo debemos considerarnos insignificantes ante ella, sino que debemos considerarnos como si no existiésemos. Si mezclamos nuestro yo, aunque sea un poco, inmediatamente crearemos problemas. Un hermano, que había sido criticado en otros lugares, vino a la iglesia y se sintió muy contento de estar entre nosotros. Él pensaba que había sido criticado injustamente en los lugares donde había estado antes, pero nunca había tocado realmente la verdad delante del Señor, sólo había sido impresionado agradablemente por algunos hermanos. Tal hermano era muy indisciplinado en su conducta. Poco tiempo después, otro hermano le dijo: "Hermano, tú has sido muy suelto en tu manera de ser", y procedió a mencionarle algunas faltas en su conducta. Ésta fue una palabra de verdad dicha en amor. Pero cuando este hermano oyó eso, se alejó muy ofendido, y dijo señalando en su enojo: "Con razón tanta gente está en contra de esta iglesia. Merece ser criticada". Hermanos y hermanas, este hermano no era absoluto en relación con la verdad. Si lo hubiera sido, no habría dicho esto cuando se le exhortó. Debido a que no era absoluto a la verdad, cambió de tono apenas fue reprendido.
¿Qué significa ser absolutos en relación con la verdad? Significa hacer a un lado nuestros sentimientos, no hacer caso de nuestras relaciones naturales y no tomar en cuenta a nuestro yo. La verdad es absoluta. Nuestros sentimientos, relaciones, experiencias y tropiezos personales no deben interferir con la verdad. Ya que la verdad es absoluta, lo correcto es correcto y lo incorrecto es incorrecto. Cierto hermano que es líder en muchos lugares, ha tomado nuestro camino y decidió tomar la misma posición con respecto al testimonio de la iglesia. Si el camino que nosotros seguimos es el correcto, no cambiará por el hecho de que este hermano esté con nosotros o no. Si el camino que tomamos está equivocado, no puede corregirse solamente porque este hermano lo haya tomado. El hecho que este camino sea el correcto no tiene nada que ver con que este hermano lo siga o no. Aun si él cae, el camino sigue siendo el correcto porque la verdad es absoluta. Sin embargo, muchos siguen a este hermano y piensan que si este hermano está en lo correcto, el camino que él elija también debe ser el correcto y que si el hermano está equivocado, el camino que él siga también está equivocado. ¿Sus ojos están puestos en la verdad o en cierta persona? Esto no quiere decir que debamos ser descuidados en cuanto a este asunto; nunca debemos ser descuidados. Debemos mantener el testimonio de Dios. Este es un hecho. Al mismo tiempo debemos saber que si este camino es el correcto o no, no depende del hombre, sino de la verdad. ¿Esto quiere decir que si algunos cristianos pecan, dejaremos nosotros de ser cristianos? ¿Significa acaso que cuando muchos hijos de Dios caen, dejaremos nosotros de ser creyentes? ¿Quiere decir esto que cuando muchos hijos de Dios pierden su testimonio, Nosotros ya no seremos creyentes? No, hermanos y hermanas, la verdad es absoluta. Incluso si muchos cristianos fallan, el Señor sigue siendo digno de nuestra confianza, y nosotros debemos seguir confiando en Él. Aun si muchos hijos de Dios pecaran, nosotros seguimos siendo hijos de Dios; no debe haber ningún cambio. Esto no significa que ahora los hijos de Dios tengan libertad para pecar o que los cristianos tengan libertad para fallar. Lo que quiere decir es que la verdad es absoluta. Si creer en el Señor es lo correcto, debemos creer en Él aun cuando otros no crean. Si es correcto ser cristianos, debemos ser cristianos aun cuando todos los demás hayan caído. El asunto no depende de lo que otros hagan, sino de si ésta es la verdad o no. Muchas divisiones en la iglesia, muchos problemas en la obra y muchas disputas entre los obreros se acabarán cuando pongamos a un lado las relaciones, sentimientos y problemas personales.

Ser absolutos a la verdad no es un asunto pequeño. No podemos ser indiferentes a esto. Si somos descuidados en cuanto a este asunto, lo seremos en todo. A fin de confirmar la verdad, tenemos que renunciar a nosotros mismos. Si no tenemos tal corazón y hábito por la verdad, tarde o temprano tendremos problemas. Algunos hermanos dicen: "Le doy gracias a Dios por traerme a esta reunión. He recibido mucha ayuda". Esto no significa que tal hermano sea absoluto por la verdad. Tal vez sólo se sienta emocionalmente ligado a este lugar, pero cuando algo desagradable le sucede, puede cambiar de actitud y pensar que está en el lugar equivocado. No obstante, la verdad siempre es absoluta. Si este es el lugar correcto, lo es; y si no lo es, no lo es. No puede ser el lugar correcto solamente cuando le parezca bueno a tal hermano, y deje de ser el lugar correcto cuando no le parezca bueno a él. Si él opina que es correcto o incorrecto dependiendo de la manera en que los demás lo tratan, entonces ¡él debe ser lo más importante que existe en el mundo! ¡Para él la verdad no es importante; él es importante! Él no es absoluto por la verdad. Muchos de los problemas surgen de esto. Dios demanda que seamos disciplinados a tal grado que en todo podamos ponernos a un lado a nosotros mismos y a nuestros sentimientos. Poco importa si nos sentimos contentos u ofendidos; nuestra dirección no debe ser afectada por nuestros sentimientos personales. Si Dios afirma que esto es lo correcto, ciertamente lo es. Si Dios afirma que no es, no lo es. Si Dios afirma que este es el camino correcto, tenemos que seguir este camino aun si todos los demás rehúsan seguirlo; no lo tomamos porque sea muy agradable o porque cierto hermano lo toma. Si este es el camino correcto, debemos tomarlo, incluso si ninguno de los hermanos lo tome. La verdad es absoluta, y ningún ser humano debe influenciarnos de ninguna forma. Si introducimos el elemento de consideración humana, estaremos afirmando que el hombre es más importante que la verdad.

Todo juicio que hagamos debe basarse en la verdad y no en los individuos. Cada vez que la base del juicio se cambia de la verdad al individuo estaremos comprometiendo el camino de Dios y Su verdad. La base de todo juicio es la Palabra de Dios y su fundamento es la verdad. Además, debemos actuar siempre de la misma manera sin importar si los demás nos tratan bien o mal. Siempre que nos enfrentemos a una situación debemos indagar cuál es la verdad de Dios; no debemos dejarnos guiar por nuestros propios sentimientos. Nunca debemos introducir nuestros conceptos ni nuestros sentimientos personales en la obra de Dios. Si la verdad de Dios nos indica que debemos separarnos por completo, debemos cortar los lazos aun con nuestros mejores amigos, pese a que tal vez hayamos tenido mucha amistad con tales personas o incluso hayamos convivido con ellos por muchos años. Cuando lo absoluto de la verdad nos llama a separarnos, debemos obedecer. Los afectos humanos no tienen cabida aquí. En cambio, si la verdad nos indica que no debemos separarnos, no debemos hacerlo, aun cuando diariamente estemos discutiendo e irritándonos unos a otros. Si solamente estamos juntos por razones personales, no conoceremos cuál es la verdad y no podremos avanzar.

Hermanos y hermanas, este es un asunto muy básico. El camino que tenemos ante nosotros está estrechamente relacionado con las lecciones que recibamos de parte del Señor. Si nos centramos en lo grande e importantes que somos, sacrificaremos la verdad. A fin de confirmar la verdad de Dios, debemos mantener a raya a nuestro yo. Todos poseemos nuestro propio temperamento y sentimientos, pero no podemos alterar la verdad de Dios por causa de nuestros sentimientos y temperamento. Ningún ministro de Dios debe sacrificar, ni comprometer, la verdad divina por causa de su propio bienestar. Si consideramos la verdad de Dios de una forma muy baja, no tendremos futuro espiritual con Dios. Cuando un juez preside en un tribunal, debe ser absoluto para con la ley. Un crimen debe ser declarado crimen y un hombre inocente debe ser declarado inocente. Ningún juez debe declarar inocente a un culpable sólo porque sea amigo o familiar suyo; si hiciera esto, se crearía desorden. La ley es absoluta; no debe tomar en consideración los sentimientos personales. Sería terrible si un acusado fuera declarado culpable sólo porque el juez lo considere enemigo suyo. Todo juez debe confirmar la ley. Del mismo modo, nosotros debemos creer en Dios, servirle y confirmar Su verdad. No debemos mezclar nuestros sentimientos personales en esto. Espero que recuerden que todos nuestros sentimientos personales deben ser negados. Todos debemos experimentar el trato del Señor. Debemos decirle: "Señor, yo no soy nada; Tu verdad es absoluta". Si hacemos esto, no habrá más disputas ni problemas en la obra. Una gran ventaja que tendrían los colaboradores al confirmar la verdad de Dios, es la gran libertad que tendrían entre ellos cuando compartan la palabra o laboren. Todo se haría como debe de hacerse sin preocuparse de las reacciones de otros. Si todos viéramos el carácter absoluto de la verdad, sólo nos preocuparíamos por una cosa, y ésta es, saber si algo fue hecho según la voluntad y decisión de Dios o no. Si lo hacemos así no temeremos. Pero si no somos absolutos por la verdad, nos será difícil avanzar, pues siempre que se suscite algo nos detendremos a considerar cuál será la reacción del hermano Wang, la opinión del hermano Chow y las acciones del hermano Liu. Ya que los tres tienen distintos temperamentos, tendremos que hacer un poco de compromisos por aquí y otro poco por allá. Eso sería terrible. La verdad sería sacrificada. Si esta es la manera en que hacemos las cosas, no seremos capaces de hablar con franqueza ni de tomar decisiones por temor a ofender a los hombres. Y si éste es el caso, se suscitarán problemas entre nosotros. Pero si un grupo de hombres sólo se interesa por la verdad de Dios y rechaza por completo los métodos humanos, ciertamente esa será una bendita compañía de hombres. Si ellos rechazan firmemente toda manipulación y diplomacia de los hombres, y no hacen compromisos ni tratan de mitigar nada por manos humanas, sino que hacen todo estrictamente según la voluntad de Dios, podemos asegurar que ese grupo estará bajo la plena bendición de Dios. Si entre los colaboradores podemos tomar el camino de la verdad en forma absoluta, podremos decir lo que hay que decir y hacer lo que debemos hacer. De lo contrario, habrá muchas consideraciones, diplomacia y reformas, y la iglesia dejará de ser la iglesia.

Tenemos que resolver este asunto sobriamente delante del Señor. Este es un asunto muy serio y crucial. Debemos tener presente que en la obra del Señor no hay cabida en absoluto para las emociones o sentimientos personales. Aun si nuestros sentimientos personales pudiesen influenciar positivamente a otros para que reciban la verdad, aún así, en la obra, no debemos darle cabida a ningún sentimiento humano. Podemos influenciar a una persona a recibir la verdad al invitarla a comer, pero eso no está bien. La verdad es absoluta. Podemos hacer algo con una buena intención, a fin de mantener la verdad, pero la verdad no necesita de la ayuda humana para mantenerse. La verdad tiene su propia posición, su propia autoridad y su propio poder, y no requiere de la intervención humana para permanecer firme. No necesitamos ayudar a la verdad ni brindarle la mano, ni debemos temer que alguien la pueda rechazar. Lo único que tenemos que hacer es aprender a honrar la verdad de Dios, seguir el camino de Su verdad y nunca comprometerla en ninguna manera.

El obrero del Señor también debe prestar atención a su salud física. Sabemos que Pablo fue un hermano que poseía muchos dones espirituales y él oró en muchas ocasiones por la sanidad de otros. No obstante, él menciona tres personas que nunca fueron sanadas: Trófimo, Timoteo y él mismo. Cuando Trófimo se enfermó, Pablo no oró por su sanidad ni ejerció su don de sanidad. En vez de eso, dijo: "A Trófimo dejé en Mileto enfermo" (2 Ti. 4:20). En cuanto a Timoteo, su dolor de estómago y sus frecuentes enfermedades nunca le dejaron (1 Ti. 5:23), pero Pablo no ejerció su don de sanidad ni oró por la sanidad de Timoteo. Él ciertamente sanó a muchos, y podríamos asumir que ya que tantas personas fueron sanadas por él, debía haber sanado a Timoteo también. Timoteo era sucesor de la obra de Pablo y como tal era indispensable. Aun así, Pablo nunca lo sanó. Su enfermedad estaba en las manos de Dios y no en las de Pablo. ¿Qué dijo Pablo de esto? Él le dijo a Timoteo: "Ya no bebas agua sola, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades" (1 Ti. 5:23). En otras palabras, Timoteo tenía que cuidar y prestar atención a su salud, comer lo que fuera conveniente para su cuerpo y abstenerse de aquello que le hiciera daño. Esta fue la palabra que Pablo le dio a Timoteo. En cuanto a Pablo mismo, él habló de un aguijón que atormentaba su carne, acerca del cual oró al Señor tres veces. No obstante, el Señor no lo sanó. En lugar de ello, le dijo: "Bástate Mi gracia" (2 Co. 12:9). La enfermedad de Trófimo nunca lo dejó; tampoco la enfermedad de Timoteo desapareció; y el aguijón en la carne de Pablo permaneció con él; su enfermedad nunca fue sanada. En el caso de Pablo no vemos que fuera quitada "la roca de naufragios"; pero si podemos ver que su nave siguió navegando. A pesar de que aquella "roca", su enfermedad, permanecía, podemos ver que Dios elevó el nivel de agua para que "su nave" pudiera deslizarse sobre aquel obstáculo sin sufrir ningún daño. Éste fue el testimonio de Pablo.

Hermanos y hermanas, se requieren diez o veinte años de entrenamiento bajo la mano de Dios para que, de alguna manera, una persona llegue a ser útil al Señor. Si queremos correr la buena carrera y obtener cierta madurez en el Señor, necesitamos ser entrenados por lo menos diez o veinte años. Sin embargo, algunos hermanos no le prestan la debida atención a su salud y pueden morir antes de alcanzar ese nivel. Esto es muy lamentable. Algunos no comienzan a correr hasta que han pasado veinte o treinta años en el Señor. Entonces tocan el camino correcto y su utilidad empieza a florecer. En la iglesia no solo debe haber niños y jóvenes, también debe haber algunos padres. Todos aquellos que desean servir al Señor deben comprender que es una gran pérdida que un hermano o una hermana muera prematuramente. ¡Después de haber invertido tantos años y tanto esfuerzo para aprender sus lecciones! Sabemos que algunos "vasos" se han "dañado y quebrado" a mitad del proceso. Esto es una verdadera pena. Es semejante al mensaje de Jeremías acerca del vaso que se dañó en las manos del alfarero (Jer. 18:4). Cuando el alfarero hace girar la rueda para darle forma al vaso, algunos de estos se dañan antes de ser introducidos al fuego. Algunos no pasan ni siquiera la etapa de formación. Esto es una gran pérdida. La iglesia ya ha sufrido la pérdida de muchos que han fallado en la prueba de los sufrimientos y tentaciones. Si el Señor tiene misericordia de nosotros, podremos evitar ese daño, ruptura y destrucción. Tal vez el Señor tenga más cruces para nosotros, y Su intención sea que le seamos más útiles en nuestros últimos años. Al Señor le toma muchos años para que complete una prueba en nosotros; algunas pruebas pueden tomar un año o aun varios años para ser completadas. Quizás un hijo de Dios no tenga la oportunidad de pasar por muchas pruebas durante su vida; sólo pueda experimentar algunas de ellas. Muchos se derrumban tan pronto como llegan las pruebas. Es de lamentar y es una gran pérdida que las pruebas no produzcan el resultado deseado en ellos. Con el pasar del tiempo, año tras año y década tras década, ¿cuántos hijos de Dios son preservados sin percance para llegar al otro lado de las pruebas? Tenemos que reconocer que son pocos los que son preservados. No piensen que esto es algo simple. Muchos se quedan postrados en el camino. Recuerden las seiscientas mil almas del pueblo de Israel que cruzaron el desierto, pero solo dos entraron vivos a Canán: [Josué y Caleb], y otros dos entraron muertos [Jacob y José]. Fueron muy pocos los que sobrevivieron y lograron entrar. ¡Cuán triste es ver que, cuando las pruebas terminaron, la mayoría ya había muerto uno por uno! Si es la voluntad de Dios que muramos a temprana edad, no podemos decir nada. Pero si morimos por haber descuidado nuestra salud, es la obra de Dios la que sufre. A fin de que la iglesia sea rica, debe haber en ella hermanos que tengan setenta, ochenta y aun noventa años de edad. Si el Señor decide que uno o dos de ellos vayan más temprano a reunirse con Él, no tenemos nada que decir. Pero si anhelamos ser útiles en la obra, tenemos que invertir algo de tiempo para dedicarlo a cuidar de nuestro cuerpo. No debemos ser descuidados. Es una gran pérdida si un obrero llega al fin de su vida cuando ha alcanzado un entrenamiento cabal. Es muy lamentable que un hermano caiga cuando está a punto de acabar con su entrenamiento. Si a todos los obreros del Señor les sucede lo mismo, la obra no podrá avanzar. ¡Qué lamentable que nuestro cuerpo se corrompa antes de comenzar la obra, o que alguien muera antes de empezar a ser útil al Señor!

Hermanos y hermanas, no debemos tener el concepto de que podemos descuidar nuestro cuerpo. Es cierto que debemos tener la disposición para sufrir y que tenemos que ejercer dominio sobre nuestro cuerpo y ponerlo en sujeción. Pero también es cierto que debemos hacer todo lo posible por cuidar nuestra salud. Es fácil ser descuidados, pero qué difícil es cuidar apropiadamente de nuestro cuerpo físico. Tenemos que aprender a comer sólo alimentos saludables y a cuidar nuestro cuerpo en todo aspecto. Cuando el Señor nos asigne una comisión, y la obra así lo requiera, tenemos que estar dispuestos a sacrificarnos. Si este es el caso, no tenemos alternativa. Pero a la vez, tenemos que emplear todos los medios disponibles para cuidar de nuestro cuerpo. Recordemos que si se pierde una persona, en realidad se están perdiendo diez o veinte años de entrenamiento de parte del Señor. No contamos con muchos períodos de diez o veinte años en nuestra vida. Muchos comienzan siendo algo útiles y son dotados en su servicio al Señor; sin embargo, no es tan fácil decir que tengan alguna utilidad en el ministerio. Se requieren por lo menos diez o veinte años de perfeccionamiento para que alguien pueda realmente ser útil al ministerio. Una persona muchas veces tiene que esperar diez o veinte años para que su servicio sea valioso y útil. Llegar a ser verdaderamente útiles toma diez o veinte años después de comenzar, y, si es que corremos en una senda recta. Si la dirección que seguimos no es la correcta, aun después de diez o veinte años no veremos fruto alguno. No es una tarea simple producir a una persona útil en veinte años. Dios tiene que golpearla y tallarla muchas veces a fin de que pase la prueba. Ella tiene que pasar por sufrimientos año tras año, y no sólo unos cuantos años sino veinte, llevando la cruz los mismos veinte años, siendo tratado por el Señor, siendo golpeado por Él y sufriendo bajo la mano estricta de Dios por veinte años, antes de que pueda comenzar a ser útil para Dios. ¡Qué difícil tarea es esta! Así que, si una persona no tiene el debido cuidado de su cuerpo, puede llegar a su fin antes de empezar a ser útil al Señor. Esto sería muy lamentable y sería una gran pérdida.

En una ocasión, se le preguntó a un hermano de edad avanzada: "¿Cuál cree usted que fue el período más productivo de su vida?". Él, después de pensarlo por un momento, contestó: "Entre los setenta y ochenta años". Definitivamente nuestra utilidad espiritual crece con los años. Cuanto más permanecemos en el camino del servicio a Dios, más útiles llegamos a ser. Al pasar por este camino hemos visto a muchos que han sido dañados o que se han derrumbado o han fracasado, y llegaron a ser de poca utilidad para el Señor. Hemos visto también a otros cuya función solamente floreció momentáneamente. Tan solo unos pocos podrán ser útiles después de veinte o treinta años, ¡pero para ese tiempo muchos de ellos estarán a punto de partir de este mundo! ¡Qué lamentable que una persona muera en el momento en que está empezando a ser útil al Señor! Cuantas más lecciones uno aprende del Señor, más útil llega a ser, por lo que es una gran pérdida que tales personas mueran. A fin de cuidar de nuestra salud, tenemos que tomar muchas precauciones necesarias y prestarle atención a muchas cosas importantes. Estamos de acuerdo que debemos estar dispuestos a sufrir y que tal disposición es indispensable. Y que muchas veces cuando experimentamos una situación difícil, tenemos que ser flexibles. Sin embargo, siempre debemos hacer todo lo posible por cuidar nuestro cuerpo y no ser irresponsables o descuidados con nuestra salud.

Los obreros del Señor no deben elegir sus alimentos basados en el sabor, sino en su contenido nutritivo. Debemos consumir alimentos de alto valor nutritivo y disminuir o abstenernos de consumir los platillos que no nos aporten ningún provecho. Además, debemos aprender a descansar cuando sea el tiempo de hacerlo. Ya tenemos suficiente tensión sobre nosotros, y si no descansamos apropiadamente, nuestro cuerpo no podrá ser liberado de tal tensión. Si nuestro estrés no puede ser aliviado cuando estamos acostados, ¿para qué dormimos? Sería inútil. Muchas veces sentarnos debe ser una clase de descanso, pero no son muchos los que descansan cuando se sientan, debido a que aun en el tiempo de reposo siguen tensos y preocupados. El obrero del Señor debe ser lo suficientemente fuerte como para sobrellevar presiones cuando las circunstancias así lo requieran. En ocasiones la presión puede ser intensa como fuego, pero cuando se nos presente un tiempo disponible, debemos aprovecharlo para descansar. Es imposible vivir tensos todo el tiempo, por lo que debemos aprender a relajarnos.

Hermanos y hermanas, cuando tengamos algún tiempo libre, debemos tratar de relajar nuestros músculos. Cuando dormimos debemos relajar todos nuestros miembros. Mas cuando la situación así lo requiera, debemos ser capaces de aumentar nuestra capacidad, y cuando lo hagamos podremos manejar más estrés que el hombre más fuerte. Nuestro cuerpo tiene que obedecernos, pero no podemos estar bajo esa presión todo el tiempo. Nuestros nervios y músculos a menudo requieren descanso y relajamiento, y tenemos que aprovechar cada oportunidad que encontremos para procurar el descanso de nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo necesita mantener un equilibrio. Si no descansamos, podemos llevar nuestro cuerpo más allá de su límite y llegar al extremo. Nosotros no somos personas que se van a los extremos. Hermanos y hermanas, tenemos que aprender a confiar en el Señor con respecto al cuidado de nuestro cuerpo, y además debemos seguir la ley natural que nos demanda descanso. Esta es una lección básica. Tenemos que aprender a soltar las cosas; si aprendemos esto, nos será más fácil descansar y dormir. Los expertos nos aconsejan que ponerse a contar las veces que respiramos nos ayuda a conciliar el sueño. Cuando dormimos nuestra respiración es más profunda. Tal vez no sea tan fácil controlar el sueño, pero es sencillo controlar nuestra respiración. Podemos contar el número de veces que respiramos y no debemos respirar rápido, sino lentamente. Podemos aprender a regular nuestra respiración a fin de dormir mejor. Nuestra mente no debe estar centrada en dormir, sino en respirar, y lo que hacemos es que contamos el número de veces que respiramos. Primero, es necesario que nuestra respiración lleve la misma velocidad y frecuencia que cuando estamos dormidos. Después de un rato, seguramente que nos quedaremos dormidos. Muchas personas utilizan este método para conciliar el sueño. Siempre que dormimos, respiramos en forma lenta y profunda. La práctica de regular nuestra respiración, inhalando de una manera lenta y profunda, nos induce a quedarnos profundamente dormidos. Por lo general, no alcanzamos a contar ni cien respiraciones antes de quedarnos profundamente dormidos. Tenemos que creer que Dios nos ha creado con un cuerpo que necesita del sueño y que está acondicionado para descansar. Tenemos que confiar en Dios y tenemos que confiar en las leyes determinadas para Su creación. Dios nos ha creado con una cabeza que duerme, así que debemos tener la capacidad para dormir apropiadamente. Debemos tratar de relajar todo nuestro cuerpo a fin de obtener el descanso necesario. Si no podemos descansar, permaneceremos en tensión día y noche. Tal condición nos impedirá realizar muchas tareas de una manera apropiada. Incluso podemos enfermarnos y tal vez sufrir de varias enfermedades. En cambio, si le prestamos atención al descanso de nuestro cuerpo, nos evitaremos muchas preocupaciones.

Lo mismo puede decirse respecto a nuestra manera de comer. No debemos comer en exceso y tampoco debemos limitar la variedad de alimentos que ingerimos. Debemos aprender a comer todo tipo de alimentos. Algunos hermanos y hermanas no comen esto ni aquello, sólo comen ciertos alimentos. Hay muchas cosas que no comen y ése no es un hábito saludable. Tenemos que aprender a comer alimentos variados. En la variedad de platillos obtenemos los elementos nutritivos apropiados para nuestro cuerpo. Si sólo comemos cierta clase de alimentos, nuestro cuerpo no recibirá el suficiente provecho. Tal vez por ahora sintamos que llevamos una alimentación nutritiva, pero al llegar a los treinta o cuarenta años, seguramente resentiremos la falta de ciertos nutrientes. Si este es el caso, nuestra salud se verá afectada y nuestra vida será acortada. Nuestra vida está gobernada por la comida que ingerimos. Es por eso que debemos aprender a alimentarnos balanceadamente con toda clase de alimentos. Otra ventaja de llevar una dieta variada es que no tendremos ningún inconveniente cuando seamos enviados a la obra. Aquellos que no pueden comer una gran variedad de alimentos no tolerarán mucho cuando estén en el campo de trabajo. Tal vez no estén acostumbrados a tomar alimentos demasiado calientes o fríos y por lo tanto, tendrán problemas. Claro está, que el caso es muy distinto si padecemos alguna enfermedad, puesto que debemos cuidar de nuestra salud, pero en circunstancias normales, tenemos que aprender a comer la mayor variedad de alimentos posibles. El Señor Jesús dijo: "comed lo que os pongan delante" (Lc. 10:8). Éste es un buen principio que debemos seguir. En una ocasión un hermano que iba en un barco le preguntó a otro: "¿Por qué el Señor Jesús le dio panes y peces a la multitud?". El otro contestó: "Porque representan las riquezas del mar y las riquezas de la tierra". Ésta es una buena respuesta. Los hijos de Dios deben aprender a comer todas las riquezas del mar y todas las riquezas de la tierra. La variedad de alimentos que comamos debe ser muy amplia y diversa. Hermanos y hermanas, no piensen que éste es un asunto sin importancia. Si no ejercemos autocontrol y disciplina, especialmente en esto, nuestro cuerpo sufrirá las consecuencias. Tenemos que hacer de nuestro cuerpo un esclavo. Al comienzo puede parecernos difícil vencer en esto, pues algunos alimentos no son aceptables a nuestro paladar; pero tenemos que disciplinarnos y forzarnos a comerlos. Por un lado, debemos tener una mente dispuesta a sufrir; por otro, debemos cuidar de nuestro cuerpo. Debemos ser capaces de afrontar dificultades. Cuando nos enfrentamos con dificultades, tenemos que estar dispuestos a sacrificar todo nuestro ser. Algunos hermanos le temen a las dificultades y no pueden aceptar esto o aquello, ni tampoco muchas otras cosas. Tales personas son inútiles en la mano de Dios. De la misma manera, nosotros no tenemos mucha simpatía para con los hermanos que no prestan atención a su salud. Hermanos y hermanas, no es muy fácil estar conscientes de nuestra salud, es más cómodo no darle importancia al asunto. No es fácil hablar sobre el tema de la salud. A fin de desarrollar el hábito de cuidar nuestra salud, tenemos que ejercer dominio propio. Para mantener nuestra salud, es menester ejercer dominio propio. Tenemos que aprender a consumir alimentos que son provechosos para nuestra salud. La selección de alimentos no debe depender de lo que es agradable al paladar, sino de lo que necesita nuestro cuerpo. Debemos cuidar nuestro cuerpo de una manera apropiada y ser prudentes con el mismo; no debemos permitir que nuestro cuerpo se deteriore. El Señor ha invertido muchos años obrando en nosotros, así que no podemos tratar a nuestro cuerpo de forma descuidada. Debemos tomar todas las precauciones necesarias contra las enfermedades y, hasta donde nos sea posible y bajo la providencia del Señor, debemos seguir el mejor régimen de salud y consumir alimentos que sean de beneficio a nuestro cuerpo. No debemos exponer nuestro cuerpo a riesgos innecesarios. Timoteo obedeció el consejo del apóstol en cuanto a que usara de un poco de vino, porque eso era beneficioso para su salud. No debemos tomar nada que pueda dañar nuestra salud; sólo debemos ingerir aquello que sea un beneficio sustancial a nuestro cuerpo. Éste es un principio. Por una parte, tenemos que negarnos y ser fieles hasta la muerte; por otra parte, a menos que la comisión recibida de parte del Señor nos demande sacrificio, debemos cuidar bien de nuestra salud. Cuando vayamos a laborar en otros lugares, debemos hacer todo lo posible por observar buenos hábitos de higiene, pero no debemos ser una carga a los hermanos y hermanas de ese lugar. Si el lugar al que vamos no cuenta con las condiciones normales de higiene, debemos aprender a confiar en Dios; pero siempre que las circunstancias lo permitan, debemos hacer lo posible por cuidar de nuestra higiene. Esto evitará que hagamos mucho daño innecesario a nuestro cuerpo.

El obrero del Señor tiene que prestar atención a otro asunto más; a saber, ser flexibles en su vivir cotidiano. Los siervos de Dios no pueden establecer una norma de vida fija, ni pueden insistir en sus puntos de vista o en su estilo de vida. Si deseamos servir al Señor apropiadamente, tenemos que mantener un principio: Hacemos todas las cosas conforme a las Escrituras sin hacer tropezar a nadie. En 1 Corintios 9:19-22, Pablo dice: "Por lo cual, aunque soy libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley con respecto a Dios, sino dentro de la ley con respecto a Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos". Por causa del evangelio Pablo se hizo todo a todos los hombres. Este es un rasgo de carácter necesario que debe tener todo aquel que sirve al Señor.

Filipenses 4:12 dice: "Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad". Por lo general, el hombre tiene la tendencia a ir de un extremo al otro, es propenso a irse a los extremos. Algunos cristianos piensan que la única condición correcta del creyente es tener abundancia y estar saciados. Otros piensan todo lo contrario, que debemos sufrir humillaciones, carencias, y hambres. Sin embargo, Pablo dijo que él había aprendido a estar humillado y a tener abundancia. Sabía lo que es estar saciado y lo que es padecer necesidad. Había aprendido el secreto para toda situación. Él pudo declarar: "Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder" (v. 13). Pablo era flexible en cuanto a las cosas materiales y externas de la vida diaria. Sin importar cuál fuera la situación, él podía aceptarla.

Desafortunadamente muchos hermanos y hermanas son muy tercos; tienen unos hábitos cotidianos inflexibles y no están dispuestos a cambiarlos ni a modificarlos. Algunos tienen que bañarse con agua muy caliente todos los días. Otros no pueden pasar un día sin rasurarse. Si alguna vez se hallan en una situación donde no pueden mantener sus hábitos, no pueden ejercer su función. Aun cuando se trate de algún asunto pequeño, es un obstáculo para la obra del Señor. Aquellos que son inflexibles en cuanto a sus hábitos no pueden ser siervos de Dios. Los obreros del Señor no deben ser desequilibrados. Deben ser capaces de continuar laborando varios días bañándose con agua caliente o sin bañarse, afeitándose diariamente o sin poder afeitarse, cambiándose de camisa diariamente o sin poder hacerlo por varios días. Deben ser capaces de dormir en una cama dura o en una suave. Deben tener la capacidad de adaptarse a cualquier ambiente en el que sea puesto.

Para un obrero no solamente sus hábitos diarios no deben ser un problema, sino que la personalidad y la edad tampoco deben ser un impedimento. Supongamos que en cierto lugar la gente es muy afectuosa, mientras que en otro lugar acostumbran a ser muy fríos. Los siervos de Dios deben ser capaces de conducirse bien en ambos lugares. Si el siervo es de temperamento flemático y sólo puede trabajar entre personas como él, y no se siente cómodo entre los que son afectuosos por naturaleza, entonces está descalificado para la obra. Algunos sólo pueden servir entre los que son temperamentalmente cálidos, y no pueden trabajar entre los que son mas fríos. Otros solamente pueden trabajar entre las personas más serias y no están dispuestos a servir entre personas despreocupadas. Todas estas restricciones limitan la obra de Dios. Otros obreros sólo pueden ministrarles a los adultos y no tienen nada que decir cuando se encuentran entre los niños y los jóvenes. Tales actitudes son propias de una personalidad desequilibrada y constituyen un estorbo en la obra de Dios. Nuestro Señor recibió a los ancianos y bendijo a los niños. Dios quiere que seamos como nuestro Señor, que recibía a los mayores y bendecía a los niños. La señora Guyón dijo en una ocasión que la persona que está en una unión completa con Dios puede dar consejos a una persona adulta y ser amigo de los niños. Esta es una lección que tenemos que aprender.

Hermanos y hermanas, estos asuntos también se relacionan con la negación de nuestro yo. Nuestro yo tiene que ser eliminado hasta el grado en que podamos servir apropiadamente en cualquier situación en la que Dios nos ponga. Sólo así dejaremos de ser inflexibles y podremos ser imparciales. Pablo podía hacerse todo a todos debido a que era una persona cabalmente entrenada por el Señor. Aprendamos todos a ser disciplinados por el Señor a fin de que nuestros hábitos diarios y nuestra personalidad no lleguen a ser rígidos e inflexibles. No vayamos a los extremos, a fin de evitar que de ninguna manera seamos un obstáculo o una frustración a la obra del Señor.

El obrero del Señor también debe tener un punto de vista apropiado y una posición bien definida concerniente al asunto de la virginidad y el matrimonio. Muchos evitan hablar de este tema; sin embargo, este es un tema importante para el obrero del Señor y tenemos que decir algo sobre esto basados en la enseñanza de la Biblia.

Pablo presenta una palabra clara sobre el asunto de la virginidad en 1 Corintios 7:25-35: "En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como uno a quien el Señor ha concedido misericordia para ser fiel. Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad presente; que hará bien el hombre en quedarse como está. ¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte. Mas también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar. Pero esto digo, hermanos: que el tiempo se ha acortado; en adelante, los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que usan este mundo, como si no abusaran; porque la apariencia de este mundo pasa. Ahora bien, quisiera que estuvieseis sin congoja. El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y está dividido. La mujer no casada, igual que la doncella, tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como en espíritu; pero la casada tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Esto lo digo para vuestro provecho; no para tenderos lazo, sino para lo decoroso, y para que sin distracción atendáis al Señor". Esta palabra nos muestra la ventaja de permanecer solteros. Así uno puede servir al Señor con más diligencia, con menos distracción y con mayor dedicación a la obra. Una persona casada no puede compararse a una persona soltera en este respecto.

No obstante, no todos son capaces de recibir esta palabra. Así que, debemos también prestar atención a lo que dicen los versículos 36 al 40: "Pero si alguno piensa que se comporta indebidamente para con su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que así sea, haga lo que quiera, no peca; que se case. Pero el que está firme en su corazón, sin presión alguna, sino que es dueño de su propia voluntad, y ha resuelto en su corazón guardar a su hija virgen, bien hace. De manera que el que la da en casamiento, hace bien, y el que no la da en casamiento hace mejor. La mujer casada está ligada mientras su marido vive; pero si su marido durmiera, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea con alguien que esté en el Señor. Pero a mi juicio, más dichosa será si se queda así; y pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios". Esta palabra es bastante clara. Si alguien piensa que no está bien permanecer soltero, y que la flor de su juventud está pasando, y que así es necesario, puede actuar como bien le parezca. Es una decisión personal permanecer soltero o no hacerlo; nadie puede tomar la decisión por él. Por supuesto, a fin de permanecer soltero, además de haberlo resuelto en su corazón, uno debe hallarse "sin presión alguna, sino que es dueño de su propia voluntad". Pero lo principal aquí es que uno mismo lo decida en su propio corazón.

Leamos de nuevo Mateo 19:10-12: "Le dijeron Sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces Él les dijo: No todos son capaces de aceptar esta palabra, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de aceptar esto, que lo acepte". Si leemos juntos la última parte del versículo 11 con la última parte del versículo 12, donde dice: "aquellos a quien es dado ... el que sea capaz de aceptar esto, que lo acepte", queda claro que la virginidad es dada sólo a aquellos que pueden aceptarla.
A fin de evitar distracciones y tener el tiempo adecuado para servir al Señor diligentemente, sería mejor permanecer solteros. Entre los discípulos del Señor, Juan permaneció soltero. Pablo también permaneció soltero. Pero si alguien siente la necesidad de casarse, puede hacerlo. No es pecado casarse. La diferencia entre permanecer soltero o casarse no tiene nada que ver con el pecado; más bien, tiene que ver con el tiempo, con la diligencia y con evitar distracciones.

El matrimonio es santo, porque el cuerpo fue creado por Dios, juntamente con todas sus necesidades. Es por eso que afirmamos que el matrimonio es santo. Pero cualquier exigencia que el hombre tenga fuera del matrimonio, es pecado. ¿Por qué el hombre necesita casarse? Para evitar las relaciones fuera del matrimonio. Por tanto, el matrimonio no es pecado. Por el contrario, previene el pecado. Casarse no equivale a caer; todo lo contrario, uno se casa para prevenir una caída.

Pablo dejó muy en claro este asunto en 1 Corintios 7:1-9, donde dijo: "En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le es al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os privéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de común acuerdo, para dedicaros a la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento. Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno de un modo, y otro de otro modo. Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando". Este pasaje nos muestra que una de las razones para el matrimonio es prevenir la fornicación. Al mismo tiempo, nos indica que Dios puede darle a alguien un don especial para permanecer soltero, pero es mejor que aquellos que no posean este don, se casen, a fin de no caer en fornicación.

No es necesario ahondar demasiado en el tema de la virginidad. De hecho, sabemos que Pablo era virgen. Sin embargo, él le advirtió a Timoteo que en los postreros días vendrían enseñanzas de espíritus engañadores que prohibirían el matrimonio, y él afirmó que éstas eran enseñanzas de demonios (1 Ti. 4:1, 3). Por un lado, creemos que es bueno permanecer soltero; pero por otro lado, tenemos que mantener el equilibrio de la Palabra de Dios; no podemos decir que el matrimonio sea algo impuro. Debemos estar claros que el matrimonio es santo; que es algo ordenado por Dios en su creación y que prohibir el matrimonio es una enseñanza de demonios.

Si un obrero del Señor es casado, debe hacer todo lo posible por organizar sus asuntos familiares de tal manera que no le causen demasiada distracción. Así él tendrá la oportunidad de entregarse lo más que sea posible a la obra del Señor. Debe trazar claramente una línea divisoria entre la obra y su familia, nunca debe permitir que los miembros de su familia intervengan en la obra. Por supuesto, si algunos de ellos también son colaboradores, es un caso distinto. Sin embargo, nunca debe traer a su casa los asuntos de la obra. Ningún obrero del Señor debe ser influenciado por sus familiares en ningún asunto relacionado con la obra que él realiza. En una ocasión, un hermano dijo que fue a cierto lugar a laborar porque su esposa le había prometido ir allí. ¡Esto es inconcebible! ¿Cómo puede una esposa prometer algo por su esposo y cómo puede el esposo ir porque su esposa lo prometió? No podemos actuar en la obra basados en lo que nuestros familiares prometen y, de hecho, tampoco podemos actuar basados en las promesas de nuestros colaboradores. Nuestra familia debe estar claramente al margen de nuestra obra. Ningún obrero del Señor debe comunicar a la ligera los problemas espirituales de otros hermanos y hermanas a su familia. Si los miembros de su familia desean enterarse de algo, ellos deben saberlo al mismo tiempo que los demás hermanos y hermanas de la iglesia. Muchos problemas en la obra son causados porque los obreros hablan descuidadamente los asuntos de la obra a su familia.

Otra cuestión importante a la cual debemos prestar especial atención es la necesidad de mantener una relación y contacto apropiados entre los hermanos y las hermanas. Si un hermano muestra que tiene una preferencia a trabajar entre las hermanas, no debemos permitirle que participe en la obra. De igual modo, si una hermana joven tiene la preferencia de trabajar entre los varones, a ella tampoco se le debe permitir que participe de la obra. Tenemos que ser estrictos al aplicar este principio. En circunstancias normales los hermanos deben trabajar mayormente con hermanos, y las hermanas con hermanas. El Hijo de Dios nos dejó tal modelo cuando laboró en la tierra. En el Evangelio de Juan capítulos 3 y 4, vemos claramente una línea clara de separación con respecto a esto. En el capítulo 3, el Señor se entrevistó con Nicodemo de noche, mientras que en el capítulo 4, se encontró con la mujer samaritana a la luz del día. En el capítulo 3, el Señor Jesús habló con Nicodemo en una casa y en el capítulo 4 se reunió con la mujer en una fuente, en un lugar público. Si el escenario del capítulo 3 y 4 fueran intercambiados, tendríamos un escenario impropio. Es claro que el Señor habló con Nicodemo bajo circunstancias muy diferentes a las que vemos cuando habló con la mujer samaritana. Estos hechos nos presentan un buen modelo a seguir.
No estamos diciendo que los hermanos y las hermanas no deben tener contacto ni comunión unos con otros. Lo que estamos dando a entender es que cuando un hermano o una hermana muestran una marcada preferencia o deseo de estar con miembros del sexo opuesto, debemos desanimarlos e impedirles que tengan contacto entre ellos.

Por supuesto, en Cristo no hay diferencia entre hombre y mujer, y entre los hijos de Dios no existe un muro divisorio entre los hermanos y las hermanas. Por el contrario, debe existir una buena comunión entre ambos. Pero cuando un hermano tiene el hábito o la preferencia de hablar sólo con las hermanas, o viceversa, debemos intervenir inmediatamente en dicha situación. Espero que los hermanos y hermanas ejerciten espontáneamente esta restricción y limitación cuando tengan contacto entre sí. Si alguno de ellos va más allá del límite apropiado y se involucra en una comunión anormal, debemos tratar con tal situación de una manera estricta. Que el Señor nos conceda Su gracia para que podamos mantener un buen testimonio en este respecto.

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