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MÁS SOBRE LAS HERIDAS DEL RECHAZO

Según las estadísticas, los asesinatos y robos se están incrementando de tal manera que es inseguro andar en la mayoría de nuestras grandes ciudades en las horas nocturnas. Igualmente preocupante es el daño que soportan esos miles que sufren de una auto-imagen negativa, hasta tal punto que incluso tienen miedo de andar por las calles a plena luz del día. Me refiero, por supuesto, a las heridas y al daño sufrido que pueden desarrollarse en el sentimiento de inferioridad, incompetencia e inseguridad.

Estas victimas del rechazo muestran pocos signos exteriores de la horrible herida interna que han sufrido. Solamente el especialista, o las personas que tienen que vivir con ellos, son los que pueden ver la tensión. Las victimas viven constantemente en tal estado próximo al pánico que solo necesitan un pequeño problema para precipitar la crisis. Dicho estado permanente de tensión, a menudo se manifiesta en espasmos musculares incontrolados, por la tristeza del rostro, y unos ojos apagados.

Nuestra primera herida es la inferioridad. Se produce por una comparación dañina de uno mismo con otras personas. Es un profundo pavor interno de tener que enfrentarse con los demás, porque te falta confianza en ti mismo para relacionarte con ellos, ya sea en conducta o en conversación. Este concepto negativo de tu propia estima puede verse fácilmente en tus facciones de reparo, postura torpe y gestos nerviosos.

Esta actitud mental siempre enaltece a los demás, pero continuamente desvirtúa tu propia habilidad.

Su manifestación más inocua es una actitud condescendiente que huele a servilismo. Su peor expresión se ve cuando la victima recurre con asiduidad a la crítica refunfuñona, y a la calumnia maliciosa de todo aquel que es una amenaza a su temblorosa seguridad.

La triste característica de algunos con este amargo concepto de si mismos es que, cuando los hechos son examinados, a menudo no hay nada que justifique su sentimiento de inferioridad. Les ha faltado un amigo leal que con su critica constructiva y cuidadosa evaluación, no solamente que haya calmado sus temores, sino que le haya inyectado confianza y serenidad.
No hay mejor amigo que el Cristo que mora en nosotros y el constante compañerismo del Espíritu Santo. El que da las leyes de la vida, también vive las leyes de la vida dentro de nosotros. Andar en su dulce compañía y ser muy sensibles a Su compañerismo es andar en fortaleza y seguridad.

Tú eres hijo de un Rey (1 Juan 3:1,2). Todo lo que se refiere a ti es especial y único, así que conoce la verdad, ama la verdad, vive la verdad, y ella te hará libre (Juan 8:32). Levanta tu cabeza, saca tu pecho y mira a todos los hombres en los ojos con confianza. Tú has nacido de nuevo, no para mendigar, ¡sino para dar! el Cristo que mora en ti y que te capacitara para bendecir a cada persona que se cruza en tu camino; así que no te rebajes, no huyas de la vida, sino reina sobre ella como el hijo de un rey (2 Corintios 6:1-10).

Nuestra próxima herida es la incompetencia. La incompetencia es una actitud de derrota, en la que dudas de tu habilidad para emprender la tarea que tienes por delante. Algunos parecen estar maldecidos con esta falta de confianza desde el día de su nacimiento, y no es de extrañar que en algunos casos las heridas hayan sido producidas, incluso antes de nacer.

Mas penoso aun es esa vasta mayoría que han sido programados por las presiones de los padres. Su actuación como niños han estado sujetas a un continuo fluir de criticas, sus esfuerzos han sido de forma constante y públicamente despreciados por comentarios tales como “no tienes remedio” “No puedes confiar en ella” “todo lo que toca lo estropea”. Más tarde, en el patio de recreo, sus compañeros se han dado rápidamente cuenta, y a menudo continúan sin misericordia el daño hecho en casa.

La fe tiene que cambiar ahora el miedo al fracaso. En lugar del instinto “no puedo”, ahora tiene que ser la confiada confesión “puedo hacer cualquier cosa que Dios me ha pedido que haga con la ayuda de Cristo que me da la fuerzas y el poder” (Filipenses 4:13, Biblia al Día). Después de confesar tu fe, comienza a trabajar. “La fe sin obras es muerta” (Santiago 2:24). Aplícate a la tarea aprendida, confiando en el Cristo que mora en ti que te da la sabiduría para trabajar, y la fuerza para triunfar. No permitas que ningún miedo y sentimientos de fracaso debiliten tu voluntad de vencer.

Otra herida profunda es la inseguridad. Esto es, una continua y excesiva sensibilidad a la manera en que otros nos aprecian y nos consideran como personas.
La intención de Dios es que cada niño nacido en el universo, debería disfrutar de la seguridad de un hogar donde ellos sean amados como personas, y no solo amados en base a su rendimiento.

La triste consecuencia de tantas familias destrozadas es una sociedad donde la inseguridad está desenfrenada. Niños que son meros peones en un proceso legal de divorcio en el juzgado, a los que le son denegadas las necesidades básicas de la vida, esto es, ser amados y sentirse seguros. El ser rechazado por los padres o compañeros, sufrir abusos físicos o mentales, ser despreciado o incluso lo contrario, como ser “asfixiado”, o ser objeto de demandas mas allá de tus posibilidades, es experimentar la inseguridad.

Dios ha hecho todo lo posible para que sus hijos sepan que están seguros. Jesús mismo dijo “Nadie las puede arrebatar de la mano de mi padre” (Juan 10: 28,29). El apóstol Pablo es también enfático cuando declara que”esto es para la alabanza de su gloria que somos aceptos en el amado” (Efesios 1:6). Estamos seguros porque estamos dentro del mismo circulo de amor que el tiene para Jesús. Somos amados por causa de nuestra posición en Cristo, y no por causa de nuestra eficacia.

No hay ninguna mudanza, ni sombra de variación en el amor de Dios (Santiago 1:17). El no esta sujeto a cambios de “humor” ni tampoco tiene “días negros” sino que en todo tiempo El es la perfecta expresión del amor desinteresado. Una vez que captes este concepto del amor de Dios por ti, que tu eres precioso y único para El y que “vives dentro de su constante cuidado” (Efesios 1:3, 12 J.B. Phillips), la lucha de la aceptación habrá finalizad, la búsqueda de tu identidad ha terminado. Ahora te has encontrado a ti mismo, ya puedes relajarte amando a otros y ayudándolos para encontrar el secreto de la aceptación y la seguridad.

¿Cuál es la respuesta de Dios a estos conceptos negativos que son innatos e implantados, y que te mantienen prisionero y en muchos casos controlan tus emociones? La respuesta está en la muerte y resurrección de su Hijo. La cruz no solo es el lugar donde nuestros pecados fueron borrados (1 Corintios 15:3), sino también donde nuestro viejo yo fue expuesto a la muerte (Romanos 6:1- 4), y posteriormente enterrado. La muerte de Cristo por nosotros termina con la culpa del pasado, pero nuestra muerte con Cristo termina con las heridas del pasado (Galatás 2:20; Colosenses 3:1-4).

Al buscar, diaria y continuamente, la manifestación de su vida de resurrección en nuestra vida, la reestructuración de nuestros conceptos mentales será mucho mas fácil (Romanos 12:1,2), porque la inferioridad, la incompetencia y la inseguridad fueron desconocidos para El. Esta sabiduría celestial es locura a la psicología Freudiana, pero es el único poder en el universo con el propósito de salvarnos de nuestros pecados y de nosotros mismos.
(1 Corintios 1:17 – 25; 2:1-16)

Dios no está intentando reparar nuestra propia imagen defectuosa, sino que quiere reemplazarla completamente. Cristo en nosotros, al convertirnos, es la esperanza de restauración. Cristo perfeccionado en nosotros es el desarrollo y el resultado glorioso (Colosenses 1:27-29). Todo lo que nos queda por hacer es vivir como reyes (Ro. 5:17) hasta que se cumpla la fase que queda de nuestra redención, un nuevo cuerpo para vivir en él (Romanos 8:23), y un nuevo universo para disfrutarlo (Apocalipsis 21:1-7), hasta entonces ¡disfrutemos este!

No importa cuan lisiado estás por causa de los conceptos negativos que tienes de ti mismo. Jesús es la respuesta; en unión con El toda provisión ha sido hecha para que estés completo y maduro (1 Co. 1:30). Cristo es la respuesta de Dios a la inferioridad, a la inferioridad y la inseguridad.

Dos causas más de sufrimiento y pesadez de espíritu son la condenación real y la condenación imaginaria. La primera es la responsable de más colapsos mentales de lo que los psiquiatras quieren admitir; mientras que la segunda es tan difícil de manejar, tan escurridiza, que fácilmente puede evadir todo intento para ser eliminada.

La condenación real puede hacer acto de presencia con el simple sonido de lo que algunas veces fue una canción popular. Si no es una canción, entonces quizás puede ser un perfume determinado, o solo tal vez la mención de una cierta cuidad. Lo que una vez fue un delicioso momento de locura, ahora es un horrible recuerdo que te persigue. Lo que en otro momento fue un salvaje ambiente de romance y riesgo, ahora se ha convertido en una desagradable herida supurante, un nervio en la carne viva en tu conciencia.

La culpabilidad se entierra a si misma muy dentro del sistema del pecador, y ejerce una presión enorme sobre la personalidad. Quita el gozo, la paz interior, y destruye la felicidad. Y la salud.
Recibimos mental, física y emocionalmente “la paga del pecado” que es muerte (Romanos 6:23). El poder destructivo de la culpabilidad puede ser tan intenso que a menudo acelera el proceso natural de la muerte. Una conciencia culpable no puede relajarse sino que constantemente está en tensión. Solo necesita la mas pequeña circunstancia para detonar el pánico interno (Marcos 6:16). Ninguna droga puede matar a este retorcido gusano de la conciencia, ni tampoco la bebida puede apagar el fuego del remordimiento.

Solo puede describirse como un infierno anticipado (Marcos 9:44). Los así llamados, remedios de Satanás para la culpabilidad, son realmente maldiciones disfrutadas. Los efectos secundarios de sus calmantes-de-conciencia son, o bien noches de insomnio o vivir en un mundo de ensueño durante el día. ¿No hay un médico, ni un remedio para el alma enferma de pecado?

Nunca serás sanado de los efectos mortales de una conciencia culpable, hasta que no te convenzas de que no hay nada que puedas hacer al respecto (Romanos 5:6-8). Después debes de enfrentar el hecho de que, o bien pagas el castigo de tus pecados pasados, que es la muerte (Romanos 6:23), o crees las increíbles buenas noticias de que alguien ha pagado por ti (Romanos 3:23-26). Si, Jesucristo, el Hijo de Dios sin pecado, ofreció su vida sin mancha como sustituto por ti (1 Pedro 3:18).

El aceptó tu castigo de muerte, El tomó tu lugar. Tus pecados fueron tratados en la solitaria colina a las afueras de Jerusalén (1 Corintios 15:1-3). Es imposible para un Dios santo demandar dos pagos por una misma deuda. Tus pecados ya han sido pagados. El pasado no solamente esta perdonado, sino olvidado (Miqueas 7:19).

Tan pronto como lo reconozcas y tu confianza descanse en esta asombrosa verdad, ésta deberá producir una doble reacción en ti. Una repulsión por los pecados del pasado seguido de una reacción presente en contra de ellos. Ahora debes darle la espalda al pecado, y con gran gozo, recibe el poder de la vida de resurrección de Cristo, que te permita vivir como un hijo de Dios (1 Juan 1:12).

Si la muerte de Jesús te ha reconciliado con un Dios santo ¿cuánto mas la manifestación de la vida del santo Hijo de Dios revolucionará, completa y continuamente tu vida? (Romanos 5:10). Ahora bien, si fracasas y caes en pecado, no permitas a tu adversario que se aproveche de tu nueva culpabilidad.

Confiesa tu pecado rápidamente, y entonces levántate y comienza a caminar otra vez (1 Juan 1:9). Dios estará satisfecho con tu arrepentimiento y tu fe en la sangre de su Hijo, y pronto estarás sonriendo de nuevo.

Ahora tenemos que abordad esta difícil y escurridiza cosa llamada culpabilidad imaginaria. Es una continua acusación que nunca desaparece, no importa cuantas veces confieses tus pecados y busques perdón, porque lo que sientes es pecado imperdonable.

Algunas personas son continuamente atormentadas por un suceso aislado de descuidos que han causado un gran daño a otra persona. Puede ser el diagnostico equivocado de un médico, el error de una enfermera cuando cuida un enfermo, un accidente en el cual una madre ha dañado a su hijo, el fallo de un conductor o el operador de una maquinaria vital para la seguridad publica. Dios entendió tus motivos y tu error.

Es por eso que El proveyó de ciudades de refugio para aquellos que inocentemente hirieran a otros (Números 35:25-32). El también instituyo una ofrenda de pecado para aquellos que pecaran involuntariamente (Números 15:22-19). No malgastes más tiempo en una mórbida recriminación, sino descansa en el hecho de que si Dios es tan amoroso que incluso perdonará el pecado intencionado, entonces seguro que su amor se extiende a ti en tu pecado involuntario.

Resiste a Satanás cuando el viene a perturbar tu descanso. Rehúsa escuchar sus acusaciones (Apocalipsis 12:10). Habla con cristianos maduros y espirituales que con su juicio objetivo y oración de autoridad, no solo harán callar a Satanás, sino que también calmarán tus equivocados sentimientos y temores.

Un ministro lleno del Espíritu seria corregido inmediatamente si te diera un consejo equivocado. El Espíritu Santo pronto le compungiría si ha fallado en representar la preocupación del cielo por tu bienestar y tu salud espiritual.

Finalmente, después de la inferioridad, la incapacidad y la culpabilidad vienen la preocupación, la duda y el temor. Estas emociones son fáciles de describir pero muy difícil de tratar.

La preocupación es la inquietud llevada demasiado lejos. Es un sentimiento de ansiedad que obstinadamente rehúsa dejarnos, incluso aunque hayas hecho todo el esfuerzo para tratar con el y echarlo fuera de tus pensamientos. Incluso después de haber hecho todo lo que has podido acerca de ciertas situaciones a menudo queda mucho por lo que no puedes hacer nada. En tales ocasiones “echa toda tu ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de ti” (1 Pedro 5:7).

Jesús nos dijo que los gorriones viven día a día y dulcemente confían en Dios para el mañana. Deberíamos aprender también de las flores disfrutando del sol de hoy y enfrentarnos al mañana cuando venga. Hemos sido ordenados a seguir sus ejemplos, sabiendo que si buscamos primeramente el reino de Dios todas las demás cosas nos serán añadidas (Lucas 12:22-30).

La duda es estar en incertidumbre acerca de la verdad. La duda te hará inseguro, temeroso y receloso acerca de lo que crees, y de las decisiones que tienes que tomar. Esta aflicción mutilante te robará la confianza y minará tus fuerzas. Ahora bien, aunque Satanás siempre está alerta y preparado para infundir dudas en tu mente, Jesús nos ha prometido que la verdad nos hará libres (Juan 8:32). El conocer la Palabra de Dios y practicarla destruirá tus dudas, alumbrará tu oscuridad, y te hará una persona resuelta. 

El miedo es un estado de alarma que puede ser real o imaginario, una dolorosa aprensión de peligro que nos atormenta (1 Juan 4;18), el miedo puede paralizar tu voluntad y mantenerte prisionero de tus circunstancias. La Palabra de Dios está llena de promesas alentadoras que, si son confesadas con confianza, no solamente romperá tus puertas de prisión sino que también removerán las montañas de tu camino (Marcos 11:23).

Dios tiene una promesa para cada problema. O bien Dios perfeccionará tu entendimiento de Su amor de tal manera que echará fuera el miedo (1 Juan 4:18), o Te dará la fe para ceñirte con la verdad hasta que se convierta en tu guarnición de defensa (Salmo 27:1). La mejor manera para destruir tus temores es confesar tu fe. La Palabra de Dios en tus labios es capaz de echar fuera el temor y darte confianza.

Si hemos sido heridos en alguna de estas áreas debemos pedir la ayuda de Dios y armarnos con la Palabra de Dios (Romanos 10:13), porque si no hacemos esto nos llevará a un sentimiento de frustración que irá en aumento. Si fracasamos en resolver cualquiera de estas ocho áreas de debilidad, eventualmente nos llevarán a la frustración.

Entonces esta continúa frustración formará en nosotros una hostilidad interna, que a menudo se manifestará a si misma en violencia, ya sea verbal, física o ambas. Si esta hostilidad es desahogada sobre algún pobre inocente, puede que alivie la frustración, pero ciertamente también aumentará la culpabilidad del agresor.

El peligro más sutil es el de la hostilidad reprimida, porque si la reprimimos por cortesía o por miedo a las represalias, entonces esta hostilidad será llevada mas profundamente en nuestra personalidad donde perturbará nuestra mente y dañará nuestras emociones.

La hostilidad interna no debe ser descargada en otras personas, ni tampoco debe de ser enterrada dentro de nosotros mismos. La respuesta está en encontrar la gracia de Dios en el problema y el camino de Dios para salir fuera de él.

Las situaciones en que tenemos que absorber la descarga hostil de otros, Dios es suficientemente capaz de darnos su gracia sustentadora, esta gracia no solamente protege nuestro espíritu, sino que evita subsiguientes provocaciones. A Dios le agrada mucho cuando, como Jesús, sufrimos con una sonrisa, teniendo cortesía e incluso compasión por aquellos que nos ofenden (1 Pedro 3:8-14).

Cuando Dios ve el reflejo de su propio Hijo en sus “otros hijos” (Hebreos 2:10) le da gran placer. Jesús, también, verá el fruto de su propia alma siendo duplicado en aquellos que humildemente rompen el círculo vicioso del mal.

Si nosotros no logramos absorber o vencer esta hostilidad, nos hará sentirnos tan mal, y en tal desasosiego que eventualmente nos llevará a la enfermedad. Aunque las aflicciones psicosomáticas son reconocidas como las mayores causantes de enfermedades, esto no debería ser en el pueblo de Dios.

El apóstol Juan oraba que nosotros pudiéramos conocer la salud total a través de andar en la verdad:

“Amado, yo deseo que tu seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma (personalidad)” (3 Juan 2).

El apóstol Pablo también nos enseña que “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Timoteo 6:6).

Dios quiere que la totalidad de nuestro ser,- espíritu, alma y cuerpo- disfrute de una salud completa. Nuestro servicio para El, entonces, es sin esfuerzo, porque aunque trabajamos, es siempre desde una posición de calma y descanso (Hebreos 4:9-11).

Nuestro servicio para Dios debería ser un fluir espontáneo del Cristo que mora en nosotros (Colosenses 1:29). Esta fue la fuente secreta de cada pensamiento y acción de Jesús. El sabía que el Padre moraba en El.

“El que vive continuamente en mi, es El, el que hace las obras, ellas son sus milagros, Sus propias obras de poder” (Juan 14:10 versión amplificada de la Biblia).

Cuando hayamos aprendido la difícil lección de que sin El nada podemos hacer (Juan 15:5), que en nuestros propios esfuerzos carnales no hay ninguna cosa buena, entonces nuestra desesperación nos llevará al deleite de vivir toda nuestra vida en el Espíritu (Romanos 8:1).

La ley del Espíritu de vida, mientras andamos en unión con Cristo, nos libera totalmente de la ley del pecado, la muerte y las limitaciones naturales. Cuando confesamos continua y confiadamente nuestra fe de que “Yo he sido crucificado, aunque yo vivo, sin embargo no yo, sino Cristo vive en mi” (Galatás 2:20), entonces le veremos siendo liberado continuamente a través de nuestros miembros rendidos (Romanos 6:13).

Cuando Jesucristo, el hijo resucitado de Dios, se convierta en nuestra “permanente identidad interior” entonces, cada herida y daño que hemos soportado a consecuencia de haber estado viviendo por medio de nuestros propios recursos, serán sanados y absorbidos por su integridad total.

Ser salvado como un “pecador sin esperanza” es maravilloso (Romanos 5:1), pero ser salvado de ser un “santo desesperado” es increíble (Romanos 8:1-4). Esto no es solo vida,- sino que es vida abundante (Juan 10:10). Esto no es únicamente ser un vencedor-sino mas que vencedor (Romanos 8:37). Esto no es huir de la vida, sino que es reinar en la vida por medio de Uno, Cristo Jesús (Romanos 5:17).

Eso es andar libre, sentir que mides tres metros de alto. Esa es la vida que no conoce limitaciones o intimidaciones. Es como poner a tus enemigos en fuga.

 

Los años de pesadilla, de opresión y depresión serán rápidamente olvidados, mientras que el resplandor del amor de Dios hace el camino del justo como la aurora de un precioso nuevo día. Cuando entres en el resplandor de esta experiencia, la oscuridad retrocederá delante de ti. Esas oscuras potestades que buscan molestarte se arrastrarán en temor fuera de tu camino. ¡Ya no estarás más prisionero !

Esta es la manera que Dios tiene para reparar el daño que has sufrido. Ahora mismo una de las maneras en que El borra los malos recuerdos.

Capitulo 9 Otro evangelio

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palabras de Dios

 

 

 

 

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