//Volver al Índice// - Por Sandy Bergmann Fuentes

Cuando la situación va contraria a lo que Dios te ha prometido

 

Dice las letras de un himno: Alabar a Dios cuando las cosas te salen bien ¡Que bueno es! Alabar a Dios cuando en la vida no tiene problemas ¡Que cosas buenas!”. Las letras de ese himno dicen una gran verdad. Pero cuan difícil se nos hace muchas veces alabar a Dios en medio del problema, en medio del quebranto, o cuando vemos que la situación va a contraria a lo que Dios nos ha prometido, o aun cuando sentimos su presencia a millones de distancia.

Yo se que muchos de ustedes han tenido la experiencia que sienten la presencia del Señor de una manera muy especial. Tan cerca que casi la podemos palpar. Sentimos que Dios va caminando a nuestro lado. Vamos a la iglesia y nos gozamos, y el Señor nos habla a través del mensaje, y nos da una profecía a través de sus siervos, y nos da sueños y revelaciones. Todo parece marchar como viento en popa, todo esta a nuestro favor, a pedir de boca. Pero de repente algo sucede, y es que dejamos de sentir la presencia del Señor, es como si El se alejara de nosotros.
Oramos y la oración parece que rebotan en el aire. Vamos a la iglesia con la esperanza de que El nos hable a través del mensaje o use a su mensajero con una profecía para nosotros, pero el Señor no nos dice nada. Puede ser que Dios use al predicador para ministrarles a todos los hermanos, pero cuando el predicador pasa en frente de nosotros, ni siquiera nos mira. Y decimos en el pensamiento: « Señor, mira que yo estoy aquí, ¡háblame por favor!
Y pasan días, semanas, meses, y puede ser que pase un año o más, y El sigue sin decir nada.
Hay un tiempo donde el Señor para su mover en nuestra vida. Es como si El se detuviera y nos dijera: ¡Espera un momento, Párate! Cuando Dios para su mover en nuestra vida y cuando El hace silencio es porque algo grande va hacer con nosotros.
Nosotros los humanos siempre andamos con prisa, siempre estamos apurados, y queremos que Dios haga las cosas rápidas, y cuando sentimos que no esta pasando nada en nuestra vida nos desesperamos. Pero debemos entender que Dios no tiene prisa, aunque nosotros las tengamos.
Dios sabe como y cuando va a llegar. El sabe cuando hablar, cuando caminar y cuando correr a tu favor, porque solo El tiene el control de todo. Dios hace todo a su tiempo. Dice la Biblia <que hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo>. Eclesiastés 3:1
Eso significa que aunque nos desesperemos no vamos hacer que Dios cambie los planes, ni los propósitos que el tiene con nosotros. Sino que a su tiempo El nos dará lo que nos conviene.
Ante de irme a vivir Alemania con mi esposo, el Señor me dijo que El estaría conmigo, y que su ángel iría delante de mí abriendo camino, y que grandes propósito tenía conmigo en Europa.
Yo le había pedido al Señor que me diera como esposo a un alemán y que quisiera vivir en Alemania. Realmente no sabía lo que estaba pidiendo, ni me imaginaba el precio que tenia que pagar. No me refiero a mi relación con mi esposo, porque con el soy muy feliz. Sino a lo difícil que fue adaptarme a esta cultura. (En realidad creo que todavía no me adapto)
Cuando el Señor me dijo que me enviaba a Europa, y que El iba a estar conmigo, no me preocupe para nada, porque sabía que iba a estar con mi Señor, y con mi esposo. ¡Pero al llegar Alemania, lo menos que sentí fue la presencia del Señor!
Yo estaba viviendo en un pueblo muy hermoso, todo parecía perfecto, las calles muy limpia, todo muy ordenado y tranquilo, pero nadie hablaba Ingles, ni Español, y yo no hablaba alemán (Todavía no he aprendido hablarlo my bien). Solo podía hablar con el Señor, y con mi esposo. Pero mi esposo tenía que irse a trabajar, algunas veces trabajaba dentro del país, pero lejos de casa, u otras veces fuera del país. Solo podíamos vernos los fines de semana. Y cuando hablaba con el Señor, lo sentía a millones de distancia, hasta que un día desesperada, llore  y le dije: ¿Señor, es que tú no existe aquí en Alemania? ¿Donde tu esta? Tu eres tan imprescindible para mi, como el aire que respiro ¡contéstame mi Jesús! pero no hubo repuesta.

Oraba, ayunaba, cantaba, Leia la Biblia, hacia vigilia en mi hogar, hice de todo, y el Señor no decía nada. Nadie me llamaba por teléfono, y cuando alguien me llamaba de New York era para pedirme la oración o para contarme sus problemas. Había personas que cuando me llamaban ni siquiera me preguntaban como yo estaba. Enseguida me decían que me llamaban para que orara por ellos. Yo le escuchaba y oraba por su petición, pero después que se le resolvía el problema, se olvidaban de llamarme.
Yo llamaba todos los días a mis amistades y a mi familia, y la cuenta del teléfono llegaba carísima. Solo me sentía bien cuando mi esposo estaba en casa y podíamos compartir juntos, pero cuando llegaba el momento de  irse a trabajar, volvía la soledad y el silencio hacerme compañía.
No sabía a donde encontrar una iglesia Evangélica, y para colmo, en el lugar donde vivía solo había dos Iglesias, una católica y la otra luterana. Además, los servicios eran en alemán. No podía salir, porque no sabía coger el tren ni el autobús, tenia miedo de perderme.
Muchas veces miraba por la ventana y no se veía a nadie caminar en la calle. Pero una mañana me tire al piso llorando y con desesperación le dije al Señor: “Yo se que tu me enviaste a este país, y me dijiste que propósito grande tiene conmigo aquí, pero si tu no me habla, si no me dice nada, recogeré mi ropa y volveré a New York. lo siento mucho por mi esposo, y tu sabe que lo amo con toda mi fuerza, pero si tu presencia no esta conmigo en este lugar, me voy, prefiero estar en New York soltera con mis cincos sentido, predicando tu palabra, y no aquí en Alemania, casada, casi loca y sin sentir tu presencia. Así que si tu no quiere que me vaya, entonces te pongo dos señales, y es que me provea amistades en este lugar, y que sane a alguien que este enfermo ».

Ese mismo día por la tarde fui al correo a poner una carta, y cuando venia de regreso a la casa, pasaba por el frente de la iglesia Luterana, y había una señora sentada en un banco que estaba cercano a la iglesia. El Espíritu Santo me dijo que me devolviera y fuera hablar con esa señora. Yo seguí caminando y le dije al Espíritu Santo ¿como le voy hablar a esa señora si no la conozco y no hablo el mismo idioma que ella habla? Sentí una mano real que me agarro por el brazo izquierdo y me hizo devolverme hasta donde estaba la mujer sentada. Me vi frente a ella, y no sabia que decirle. Ella se sonrío conmigo y me hablo en alemán.
Yo le pregunte: Do you speak English o Spanish? Me dijo en alemán que ella hablaba ruso, France, Armenio, y un poco de alemán. Parece gracioso lo que voy a decir, yo le hablaba a esta mujer en Español y Ingles, y ella me hablaba en alemán, no se como, pero nos estábamos entendiendo. Ella me invito a su casa, y yo dije en mi mente: “Señor, me voy a la casa de esta mujer, si me matan me voy contigo, pero no voy a perder la oportunidad de hacer amistades con esta familia. Cuando llegamos a su casa, la familia me recibió muy bien. Ella tiene tres hijas y una de ella habla un poco de Ingles, me prepararon cena, y me dijeron que me hiciera de cuenta que ellos eran mi familia.
Yo me sentía feliz porque aunque no sentía la presencia de Dios por mucho tiempo, El me estaba confirmando las señales que le puse y una vez más, me confirmaba que era su voluntad que permaneciera en Alemania.
Esa misma tarde al regresar a la casa, mientra iba subiendo las escalera me encontré con un señor anciano, el iba a botar una basura, me saludo y me dijo algo en alemán, yo pensé que quizá el quería que lo acompañara a votar la basura y me fui con el. Cuando regresamos, el abrió la puerta de su apartamento y me hizo seña que entrara, pero yo no me atrevía a entrar, y entonces el me hablo y me dijo algo, pero de la conversación solo entendí la palabra “meine frau” que quiere decir “mi esposa”. Yo pensé: el quiere que vea a su esposa.” entre a la casa, y efectivamente era eso lo que el anciano me había dicho. Su esposa estaba muy enferma. Tenía en su cuerpo una enfermedad rara, parecía que su piel se le iba a caer poco a poco.

Yo le dije haciéndole seña que si me permitían orar por ella y me dijeron que si. Ore, pero en el instante el Señor no hizo nada. Me fui a mi casa y al día siguiente vi a la anciana sentada en el jardín y fui a saludarla. Cuando ella me vio se puso muy contenta y me daba besitos, se levanto la blusa y me enseño su piel, estaba sana completamente, y la piel parecía la piel de un niño. ¡Gloria a Dios! el me contesto la otra señal.
Después de esta experiencia me quede un poco más tranquila, pues ya no me sentía tan sola, porque cuando mi esposo se iba a trabajar, yo iba a visitar a mis amistades, también aprendí a coger el tren y el bus que iba al centro de la ciudad.
Antes de venir Alemania vivía muy ocupada en New York, frecuentemente estaba predicando y viajaba mucho. Mi celular no paraba de sonar y siempre encontraba con quién hablar. Pero también me quejaba delante del Señor, le decía que me sentía cansada, a veces deseaba que el celular no sonara, le decía al Señor que deseaba tener un hogar y estar tranquila, y ahora que Dios me contestaba mi petición de tener un hogar, de estar tranquila y de que el celular no sonara, también me quejaba ¡Quién puede entender al ser humano!
Mientra estuve en New York pensaba que mi confianza estaba puesta en Dios no importara lo que pasara, pero estando aquí en Alemania fue que me di cuenta que en la ultima persona que mi confianza estaba puesta era en Dios. Fueron necesario casi 4 anos de silencio de parte de Dios para que aprendiera la lección y de verdad aprendí a depender y a confiar en El.
Cuando vivía en America y se me presentaba algún problema lo primero que hacia era buscar la ayuda y la orientación de las personas, y cuando las personas no podían ayudarme, entonces recurría al Señor. Cuando me enfermaba, en vez de recurrir al Señor, corría a ver a mi doctor. No es que ir a un doctor o confiar en la gente sea malo, lo malo era recurrir a Dios como ultima alternativa cuando el debe ser nuestra primera prioridad.
Pero aquí en Alemania aprendí a confiar como una niña en el. No había otra alternativa. En esos años de silencio le dedique el tiempo que nunca le había dedicado al Señor y al Espíritu Santo. Recuerdo que un día tuve un pequeño accidente y me lastime la columna, el dolor era terrible, pensé que me quedaba paralítica, necesitaba de un doctor, pero no podía ir al hospital, porque todavía no tenia seguro medico, y ir a un hospital sin seguro medico cuesta miles de Euro para cubrir los gasto. Mi esposo lloraba juntamente conmigo, el quería que el dolor se le pasara a el, pero no podía hacer nada, porque no tenia el dinero de pagar el doctor.
Recurrí a la oración y hable con el Señor. Creí por fe que el no me iba a dejar postrada, y por encima del dolor y de la desesperación seguí creyendo, y el Señor hizo el milagro de sanarme. El Señor quería enseñarme a confiar en El, aunque no sienta su presencia y aunque la situación la vea contraria a lo que el me había prometido.

La confianza y la compañía del Espíritu Santo

aprendí a confiar en el Espíritu Santo como nunca lo había hecho. ¡El es tan real! Recuerdo que una tarde fui a la azotea de la casa a recoger la ropa que había lavado. Estaba bajando la escalera de espalda, y a la misma vez sostenía con las dos manos el canasto donde tenía la ropa. No se como paso, pero de repente sentí que iba a perder el equilibrio, no sabia como sostenerme, porque si sostenía la ropa con una sola mano para agarrarme de las escaleras perdería el equilibrio, y de toda manera me iba a caer, y si caí era una muerte segura.
Rápidamente le dije al Espíritu Santo: “Por favor ayúdame, si me muevo me caigo y mi cuerpo esta perdiendo el equilibrio, si caigo moriré, ayúdame, ¿Que hago Espíritu Santo?
El Espíritu Santo comenzó hablarme y me dijo: “Quita una mano del canasto de la ropa, y sujétate de las escalera”. Yo le conteste: No puedo, si hago un pequeño movimiento caeré”. El me dijo: “no te va a caer, solo cree que mis manos te van a sujetar”. Yo volví a decirle, pero no siento tus manos, solo siento el frío de la muerte”. Y volvió a decirme, solo cree que mis manos están en tu espalda”. Cerré los ojos y creí, y rápidamente me pude sujetar de la escalera. Ese día le di tanta gracias al Señor y al Espíritu Santo porque cuando me solté como el me dijo, sentí una brisa y en medio de la brisa unas manos reales como la de un hombre que me sostuvieron la espalda y no me permitió caer.
Aprendí a confiar en el Espíritu Santo para todo. Un día estaba escribiendo en la computadora de mi esposo. No se que paso, pero la computadora se apago y no quiso funcionar. Me sentí muy preocupada, porque pensé que le había dañado la computadora a mi esposo, además el había estado trabajando en la computadora tratando de hacer un programa para su trabajo, pero no lo lograba hacer. Yo le ore al Espíritu Santo y le dije: Espíritu Santo creo que le dañe la computadora a mi esposo, cuando el venga me dará pena decirle que le dañe su computadora, por favor Espíritu Santo te pido que se la arregle en nombre de Jesús. Di gracia y creí.
Llame a mi esposo y le dije: creo que dañe tu Laptop. El me dijo que no me preocupe, que cuando llegará a la casa el trataría de arreglarla. Le dije, yo le hice una oración, y creo por Fe que el Espíritu Santo te la arreglo. Cuando mi esposo llego a la casa encendió la computadora y estaba trabajando, pero el milagro más grande que hizo el Espíritu Santo no fue solamente arreglar la computadora, sino que el programa que mi marido quería hacer y que no pudo hacerlo, apareció hecho. El estaba sorprendido, pero más sorprendida estaba yo.
El Espíritu Santo hizo más de lo que le había pedido. ¡Te amo Espíritu Santo!
Un Ano después de estar en ese hermosos pueblito llamado Norten Hardenberg. Dios permitió que conociera a una joven Colombiana. La primera vez que nos vimos ambas sentimos algo especial, era como si nos conocíamos desde hace mucho tiempo, pero lo que sucedía era que esa mujer también era y es una sierva de Dios. Ana se convirtió en mi hermana y amiga. Dios hizo una unidad en nosotras muy especial. Era increíble de creer que viviendo las dos tan cerca, nunca nos habíamos encontrado, pero todo es en el tiempo de Dios.
Mi amiga Ana era para mi como un gran tesoro que yo acaba de encontrar. Nos visitábamos, orábamos juntas, cantábamos juntas, reíamos juntas, y llorábamos juntas. Pero llego el tiempo donde mi esposo y yo tuvimos que mudarnos del apartamento en que vivíamos para mudarnos a nuestro nuevo hogar. ¿Saben algo? fue como empezar de nuevo otra vez. El pueblo donde nos mudamos era tan lindo como el anterior, parecía un sueno. Pero no conocía a nadie. A veces mis suegros me venían a visitar, pero ellos solo hablan alemán. Al principio no fue fácil, es horrible que alguien te hable y tú no entienda a esa persona. Es horrible estar en medio de personas que no hablan tu idioma. ¿Saben como me sentía? Como una cucaracha aplastada.
Tenia deseo de salir corriendo y dejarlo todo. Y Dios volvió hacer silencio. Me hacia mucha falta predicarle a las almas. Predicar y ser una ganadora de alma y llegar a los lugares donde nadie quiere llegar es mi pasión. Le llore muchas veces al Espíritu Santo y le dije, que si el y Dios no querían hablarme, pues que por lo menos permitieran que yo pueda entender a mis suegros cuando ellos vengan a visitarme. Aunque el Espíritu Santo no me dijo nada, estoy segura que me escucho, porque empecé a entender a mis suegros cuando me hablaban. ¿Y saben algo? Solo con ellos puedo hablar alemán y entenderlo, pero con nadie más. Pero me estoy esforzando en aprenderlo, porque en nombre de Jesús se que lo hablare, lo escribiré, lo entenderé, y un día lo traduciré.
El silencio de Dios continuaba, a pesar de la promesa que me había hecho. El me había dicho que yo nací para predicar, y ahora me encontraba en el anonimato. Sentía que si no predicaba me Moria. La pena y la tristeza iban acabar conmigo. Al dejar de predicar me sentí como cuando un paciente depende de una maquina de oxigeno y le quitan el oxigeno. Me sentía asfixiar. Hasta que un día le dije al Señor: "Ya basta Señor. Si tu no me abres una puerta para predicar, y si no me dice que esta conmigo a pesar de tu silencio, pues recojo mi ropa y me voy. Tú sabe que amo a mi esposo, pero no me volveré loca. Y si es el diablo que se esta oponiendo a que las puertas se abran, pues hoy desafío al diablo a que se quite de mi camino en nombre de Jesús".
Nunca había sentido tanto coraje y tanto odio por el enemigo. Pero la guerra Espiritual que hice ese día, hicieron posible que ese mismo día me llamaran dos pastores que no me conocían para que fuera a predicar a su iglesia. Es increíble de creer lo que le voy a decir, pero cada invitación que ha surgido de predicar en este país, ha sido después de pelar una guerra Espiritual. Por muchas veces quise dejarlo todo y regresar a New York, pero cada vez que pensaba en hacerlo, el Señor intervenía y me decía que no, y que el tenia un propósito conmigo en este lugar. El Señor intervenía y me hablaba porque el sabia que en mi corazón no están las cosas materiales en primer lugar. Y que si hubiera sido necesario aun decidir por el amor de mi esposo, o por el ministerio, pues por encima de lo que siento por mi esposo, siempre eligiera a hacer la voluntad de Dios. Recuerdo que cuando venían eso pensamientos de irme, el Espíritu Santo me decía: "Sandy si te vas, la gente no pensara que te fuiste por causa de la soledad, sino que pensaran que tu matrimonio no era la voluntad de Dios". Y Satanás lo que quiere es que tu te desesperes y salga corriendo.
Cuando el Espíritu Santo me ministraba, siempre terminaba convenciéndome. Solo puedo decirle que en el desierto árido por donde Dios me ha pasado, y por el horno de prueba que me ha permitido pasar, he sabido lo que es morir para que Jesús se forme en mí.
El silencio del Señor duro mucho tiempo. Hubo momento de grande desesperación. La depresión quiso tocar mis puertas, pero en el Nombre de Jesús tuve la victoria. Peleé cara a cara con el diablo. Hubo momento donde quería dejarlo todo y volver a casa de mi hermana Isaile en New York. Supe lo que era experimentar el frío de la soledad. Y Cuando Clamaba Dios, El solo me decía que esperara en El. Y aunque esa espera fue desesperante para mi, valió la pena la espera. En ese tiempo tuve tantas experiencia y aprendí muchas cosas que el Señor quería mostrarme, pero sobre todo, saco de mi corazón muchas cosas que ni yo misma sabia que estaban ahí. Cuando el hace silencio en nuestra vida es porque esta trabajando en nosotros. Fue un tiempo al cual yo le llamo: "Un encuentro intimo con Dios".
El Señor no permitió que nadie interviniera ni que nadie me ayudara. Era una cita solo de el y yo. Quizás si le hubiera dicho a alguien de mi sequía Espiritual, me hubieran dicho que eso era porque me fui Alemania fuera de la voluntad de Dios.
 El silencio de parte del Señor termino, y empecé a sentir su presencia muy cerca de mí. Me envío varias veces a predicar a New York y a Florida. También me permitió conocer a unos pastores en Ámsterdam Holanda, y me dieron la oportunidad de predicar en la iglesia. Luego de eso me invitaron a predicar en una iglesia en Frankfurt, y allí tengo una familia en la fe cristiana.
El Señor me ha permitido hacer nuevas amistades, entre ellas conocía a los padres del esposo de la hermana de mi esposo. Ellos son de Turquía, no se como nos entendemos en el idioma, pero Dios lo hace todo posible.

 

Aquí en Alemania hay mucho trabajo por hacer en la obra de Dios. No sabia cuan pobre es el evangelio aquí en Alemania, y se necesita de un gran avivamiento. Se necesita de hombres y mujeres que hagan avivar el fuego. Porque esta es una nación que necesita ver para creer. Pero se que Dios hará proezas y maravillas en este lugar, y siento en mi corazón que seré participe de ese gran mover de Dios.

Ver Capítulo 19: "La ayuda de los ángeles"

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