Palabra Del Aliento Para Bendecirte Hoy

Palabras de Aliento

 

Llave de la oracion parte 2

 

Por Watchman Nee
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Después que una persona ha descubierto la clave, puede hacer las cosas dos veces más rápido que los demás, mientras que aquellos que no la tienen, se esfuerzan en vano.

 

LA CONSULTA DE DAVID CON RESPECTO A LOS TRES AÑOS DE HAMBRE

(2 SAMUEL 21:1-9, 14) "Hubo hambre en los días de David por tres años consecutivos. Y David consultó a Jehová" (v. 1). David no hizo una oración sencilla diciendo: "Oh Dios, este período de hambre ha durado tres años; te rogamos que tengas misericordia de nosotros. Ponle fin a esto y concédenos una cosecha abundante este año". No, David no oró de esta manera. "David consultó a Jehová". El buscó la causa del hambre. La consulta de David fue al grano; tocó la llave. Dios dijo: "Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas" (v. 1). Dios no tolerará el pecado de romper un voto, y David tuvo que eliminar este pecado. Después que resolvió ese problema, la palabra de Dios relata que "Dios fue propicio a la tierra después de esto" (v. 14). David poseía la llave de la oración; por eso fue al grano, y su oración produjo la respuesta de Dios.

LAS ORACIONES DEL SEÑOR JESUS

(JUAN 12:27-28; MATEO 26:39-46)
Las oraciones de nuestro Señor eran perfectas, y siempre tocaban la llave de la oración. Cuando se rehusó a recibir a los griegos que lo buscaban, dijo: "Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré?" (Jn 12:27). El revertió el asunto cuidadosamente y pensó: "¿Qué diré? Padre, sálvame de esta hora". No, El sabía que no podía orar de esa forma. El lo reconoció y por eso añade: "Mas para esto he llegado a esta hora" (v. 27); por lo tanto oró: "Padre, glorifica Tu nombre". Esta oración tuvo una respuesta inmediata. "Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez" (v. 28). Si esta fue la forma en que el Hijo de Dios, como el Hijo del Hombre, oró a Dios mientras estaba en la tierra, ¿cómo entonces nos atrevemos en el impulso del momento a abrir nuestros labios para hacer oraciones apresuradas? Es esencial que descubramos la llave de la oración.

Esa noche en el huerto de Getsemaní nuestro Señor Jesús estaba triste hasta la muerte. ¿Cómo oró en tales circunstancias? Dijo: "Padre Mío, si es posible, pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú" (Mt. 26:39). El poseía la llave de la oración. No le temía a la muerte, y aunque tenía libertad de hacer Su propia voluntad, escogió no hacer su propia voluntad; El prefirió hacer la voluntad de Su Padre. Así que oró por segunda vez: "Padre mío, si no puede pasar de Mí esta copa sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad" (v. 42). Luego oró por tercera vez diciendo las mismas palabras (v. 44). Cuando tuvo la certeza de cuál era la voluntad de Su Padre, dijo a Sus discípulos: "La hora está cerca ...

Levantaos, vamos" (vs. 45-46). Si nuestro Señor como un hombre sobre la tierra supo usar muy bien la llave de la oración y se negó a Sí mismo a fin de procurar la voluntad de Dios, ¿cómo podemos nosotros pronunciar negligentemente unas cuantas palabras en oración y pensar que ya podemos discernir la voluntad de Dios?

LA ORACION DE LA MUJER CANANEA
(MATEO 15:22-28; MARCOS 7:24-30)

Cuando la mujer cananea estaba angustiada y en necesidad, clamó: "¡Ten
misericordia de mí, Señor, Hijo de David!" (Mt. 15:22). ¿Fue sincera su oración? Ciertamente lo fue. Pero es sorprendente que el Señor "no le respondió palabra" (v. 23). Los discípulos parecen haber sentido lástima de ella, porque hablaron en favor de ella: "Despídela, porque viene gritando detrás de nosotros" (v. 23). Pero el Señor les respondió: "No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (v. 24). La respuesta del Señor le dio a la mujer la llave para acercarse. Ella vio que el Hijo de David solamente se relacionaba con la casa de Israel, no con los gentiles. Así que ella vino y le adoró, diciendo: "¡Señor, socórreme!" (v. 25). Ella lo llamó "Señor", y no "Hijo de David". Ella comprendió que sólo los Hijos de Israel tenían derecho a usar este título; así que ella abandonó la base equivocada sobre la cual estaba, y dirigió su oración refiriéndose a El como "Señor". Esta oración provocó Su respuesta: "No está bien tomar del pan de los hijos, y echarlo a los perrillos" (v. 26). Aparentemente Su respuesta fue muy fría; era como si el Señor la estuviera rechazando y humillando. En realidad, El estaba tratándole de mostrar dónde se hallaba ella para que finalmente pudiera conocer el significado de la gracia. La mujer vio su
posición; ella pudo ver al Señor y también Su gracia y, aferrándose de la llave de la oración, dijo: "Sí, Señor; también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos" (v. 27). Esto hizo que el Señor la elogiara, diciéndole: "¡Oh, mujer, grande es tu fe!" (v. 28). Ella había encontrado la clave de la oración, y espontáneamente expresó fe. En Marcos 7 el Señor dijo: "Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija" (v. 29). La oración obtuvo respuesta "por esta palabra". Su palabra tocó la llave de la oración. Debemos aprender de este caso. Aunque oramos con frecuencia, nuestras oraciones se pierden como una piedra que se lanza al océano; desaparece sin ninguna respuesta de parte de Dios. No hemos hallado la llave correcta para abrir la puerta; sin embargo, tampoco tratamos de descubrir la razón por la cual Dios no responde nuestra oración. Hermanos y hermanas, ¿cómo podemos esperar que Dios responda unas oraciones tan insensatas? En todas nuestras oraciones debemos primero
encontrar la llave; solamente cuando hagamos esto podremos esperar obtener respuestas de Dios.

Una vez examinados estos casos relacionados con la oración, tengamos en mente que a medida que oramos, debemos prestar atención a la voz interior y aprender a no ser gobernados por las circunstancias, los pensamientos ni los afectos. Cuando escuchemos esa suave y tierna voz interior que nos dice que oremos, cuando en lo profundo de nuestro ser tenemos el sentir de que debemos orar, entonces debemos hacerlo de inmediato. ver parte 3